sábado, 17 de octubre de 2015

Es España, estúpido.

Hace pocos días, como cada 12 de octubre, la capital de España se engalanó de banderas y uniformes para celebrar el día de la Fiesta Nacional de España. Un desfile militar, tan hortera como rancio, rindió tributo a las Fuerzas Armadas de nuestro país al ritmo de trompetas y tambores, acompañados por una cabra que no parecía entender muy bien cuál era su función en tan solemne evento. Horas antes, los miembros más destacados de la sociedad civil, o los que al Poder le interesa destacar, hacían fila en el Palacio de Oriente para estrechar la mano a la realeza y rendir pleitesía a la ostentación y a la petulancia. Todo ello mientras disfrutaban de unos deliciosos canapés, intercambiaban cumplidos y sonrisas y se burlaban de los que no estaban. En definitiva, una reunión de Navidad anticipada y abarrotada de suegros a los que la doctrina del bienquedismo te obliga a saludar. En esa tónica transcurrió el resto del día en las zonas nobles de Madrid, ajenas a los dilemas de la plebe, que discutía asuntos inofensivos, como siempre, en el lugar de encuentro multitudinario del siglo XXI, las redes sociales. Como ocurre con cada evento de masas que tiene lugar en nuestro país, más aún si involucra banderas y sentimientos tan arcaicos e inexplicables como el nacionalismo, se convierte inmediatamente en objeto de debate y polémica. El debate no es algo que haya que rehuir, pero cuando el intercambio de opiniones se transforma en insultos, amenazas y frustración el recorrido intelectual es mínimo e inservible. La escasa calidad democrática de este país unida a la comodidad y la sensación de impunidad que refleja el anonimato hacen que el enriquecimiento sea imposible. Esto no es ninguna novedad, pero es curioso que suceda con mayor intensidad si cabe durante el único día del año que está programado oficialmente para celebrar nuestra condición de compatriotas y honrar nuestro patrimonio cultural e histórico. Una vez más, lo oficial se aleja infinitamente de lo real, y muchas son las razones que motivan esta distorsión o esta interpretación alternativa.

En primer lugar, el mero hecho de que el acto que más intensamente está relacionado con la festividad sea un desfile militar presidido por los monarcas produce cierta repulsa a aquellos individuos que no se sienten identificados con los valores que representan estas dos instituciones. Y me incluyo en la discrepancia. La monarquía, independientemente de que sea puramente representativa y no se involucre (o no se deba involucrar) en asuntos políticos, desprende un fuerte aroma a desfase, obsolescencia y desigualdad. Únicamente ha sido refrendada por la población en 1978, en los prolegómenos de lo que hoy llamamos "democracia" e insertada en un cuerpo de leyes llamado Constitución. Jamás se ha preguntado de forma directa a los españoles si consideran que la jefatura del Estado debe ocuparla un monarca, y las funciones que realiza no parecen suficientemente complejas o trascendentes como para considerar a la Casa Real una figura clave en el desarrollo del Estado. Si unimos esto a los numerosos escándalos, económicos y cívicos, que enturbian a los Borbones y a la estrecha relación que estos mantuvieron con el franquismo, el resultado es un clima de distanciamiento y un rechazo mayoritario que combate exclusivamente contra la simpatía personal que pueda llegar a generar el Rey sobre sus súbditos. Por su parte, las Fuerzas Armadas tampoco se alejan excesivamente de esta concepción. Atrás queda la época en la que el Ejército era el guardián de la Nación y los soldados eran honrados como salvadores de la Patria. La etapa beligerante marcada por la hostilidad y amenazas ya no existe en España, y es difícil digerir que el Ministerio de Defensa sea el que menos recortes ha sufrido en su presupuesto durante los años de recesión. Además, para preservar la seguridad del Estado español en caso de que se perturbe la paz y la estabilidad ya existe la OTAN, o al menos esa es la función principal que se utiliza para justificar su existencia. Los uniformes decimonónicos y el ridículo atuendo que portan los integrantes de la Legión no hacen más que reforzar esta carencia de apoyo popular, y solo consiguen embaucar a aquellos románticos que desearían haber presenciado en primera persona las hazañas del otrora Imperio Español.

En segundo lugar, la propia fecha del evento conmemora un acontecimiento histórico del que no todos los españoles se sienten orgullosos. El 12 de octubre fue el día en el que los tres navíos de Cristobal Colón alcanzaron por primera vez tierras americanas. Este suceso es históricamente conocido como "El descubrimiento de América", y para cierto número de españoles representa la piedra de toque de lo que posteriormente sería un genocidio sistemático y un saqueo devastador. Las potencias imperialistas que colonizaron todo el continente americano, entre las que se encontraba España, sometieron a los indígenas a un régimen de explotación y exterminio que, pese al contexto histórico en el que ocurrió, no parece fundamento oportuno para una celebración. España no es el único país en el que existe debate a este respecto, de hecho, en algunos países que se encuentran en el territorio originalmente colonizado, como Venezuela o Nicaragua, esta festividad recibe el nombre de "Día de la Resistencia Indígena", premiando así a los indígenas cuyas vidas fueron sacrificadas para satisfacer la ambición económica y el ansia de Poder de Europa. Cabe matizar a este respecto que España fue la única potencia en cuyas Cortes se debatió sobre la forma correcta de tratar a los aborígenes, estableciendo una determinada regulación al respecto, a diferencia de Gran Bretaña o Portugal que procedieron a un exterminio y control libre e inmisericorde. En definitiva, para evitar este tipo de polémicas y malestares innecesarios, es lógico pensar que lo más apropiado sería abandonar este festejo y conmemorar la victoria de nuestro país ante los ejércitos de Napoleón en la llamada "Guerra de la Independencia Española", hecho que, sin lugar a dudas, ha contribuido enormemente a preservar la figura del Estado español y a fortalecer la soberanía que tan en peligro se encuentra hoy en día. Estoy seguro de que un pueblo humilde pero unido luchando por recuperar su territorio de las manos del Imperio Francés seduce y representa mucho más que un aventurero genovés que ejercía de tirano en los territorios colonizados por la Corona de Castilla.

Imagen del desfile militar del 12-O presidido por el rey
Felipe VI y que deja una estampa muy poco común
en pleno siglo XXI.
En tercer lugar no podía faltar el secesionismo y los nacionalismos periféricos que tanto han dado que hablar este último mes. En Euskadi y Catalunya no gusta el formato de la celebración, que se centra en pasear los símbolos españoles obviando por completo al resto de Naciones que componen el Estado. En resumen, se trata de un nuevo choque de conceptos y de representación interesada de la realidad. Pocas dudas quedan, por historia y por aclamación popular, de que España es un Estado plurinacional en el que se agrupan diferentes culturas e idiomas. Admitir este hecho por parte del poder central, sin embargo, sería dar un argumento de peso a los secesionistas para reclamar su derecho a construir un Estado propio, y en un gobierno marcado por la intransigencia y la bajeza de miras reclamar que se utilice el término "Nación" para hablar de Catalunya, Euskadi o Galicia es un acto de fe que a ciencia cierta no llegaría a buen puerto. Prueba de este malestar la encontramos en la ausencia de Artur Mas, Iñigo Urkullu e Uxue Barkos (Presidenta de Navarra por Geroa Bai) en el desfile militar presidido por los Reyes, todos ellos por razones puramente políticas. La fractura interna no es nueva pero se intensifica progresivamente, y el inmovilismo del gobierno central no hace más que agravar esta ruptura al hacer oídos sordos a las demandas de una buena parte de sus representados y negarse en rotundo a establecer vías de comunicación fructíferas. El centralismo que añoran algunos desapareció al morir la dictadura, y reprimir identidades y despreciar voluntades democráticas solo porque tu electorado entendería esta postura como una traición a la patria es un acto irresponsable y que puede tener gravísimas consecuencias en un futuro no muy lejano.

En cuarto lugar, resulta un poco pretencioso realizar una celebración por todo lo alto cuando las circunstancias sociales en las que viven muchos ciudadanos españoles son preocupantes en indignas de un país desarrollado. ¿Por qué celebramos con tanto ahínco nuestra nacionalidad española si hemos convertido España en un fortín para la desigualdad y la explotación empresarial? Quizá es una estrategia política para atenuar la indignación popular de cara a las elecciones generales de diciembre o quizá se trata de una nueva ofensa impulsada por aquellos que cada día viven más lejos de la gente y sienten especial devoción por el derroche. Gastar 800.000€ para realizar un desfile es un gasto ínfimo en un país de la magnitud de España, pero refleja a las mil maravillas cuál es el baremo de prioridades y preferencias del Poder. Como es lógico, la izquierda es la que más indignación ha mostrado en este aspecto, incluso cargos públicos como los alcaldes de Barcelona o Cádiz. No se entiende como en un país con más de cuatro millones de parados y casi un cuarto de la población en riesgo de pobreza y exclusión (informe de la EAPN) los dirigentes tienen el ánimo y el coraje como para darse un baño de masas a costa del contribuyente. Lo mismo ocurre cuando estos mismos representantes del pueblo español viajan miles de kilómetros para ver un partido de fútbol o abandonan los plenos del Congreso de los Diputados para disfrutar de un gin-tonic por apenas tres euros en el bar de la Cámara Baja. Aquellos que debieran ser los más acongojados y arrepentidos por el absoluto desastre en el que han sumido a este país son los primeros en apuntarse a un bombardeo si el comandante les promete canapés y orquesta, lo que hace pensar que la falta de recursos en realidad no es más que falta de voluntad y que no hay remordimiento capaz de luchar contra la comodidad del poderoso.

Por último, pero no por ello menos importante, incluso los símbolos nacionales son motivo de discordia. No solo los independentistas se sienten discriminados, sino que gran parte de la izquierda de este país no se siente verdaderamente representada por la bandera y el himno oficial. Emblemas que deberían servir para unir no hacen más que enfrentar, y el origen de este problema no es otro que la falta de eficacia con la que se desarrolló en su día la Transición. Quizá me equivoco tildando de "poco eficaz" la armonía que aparentemente se construyó durante la Transición, pues la élite política de la época, formada por los últimos reductos del franquismo, se salió con la suya de forma totalmente interesada aún sabiendo que se iban a formar unas grietas estructurales totalmente irreconciliables. Cuando los mismos individuos que dieron un golpe de Estado durante la II República y dirigieron una sangrienta dictadura durante casi 40 años se disfrazan de demócratas dialogantes y se hacen hueco en la "nueva política", poca regeneración se puede esperar. Convivir con una bandera similar a la del franquismo y un himno cuya melodía es exactamente igual a la que han utilizado durante siglos reyes y dictadores que poco tienen de demócratas se asemeja más a un homenaje al dictador que al resultado de una Transición profunda en la que se hace borrón y cuenta nueva. No es de extrañar, por tanto, que las manifestaciones de la ultraderecha y de movimientos promovidos por ella (lucha en contra del aborto o el matrimonio homosexual) estén custodiadas por banderas españolas y gritos de "¡Viva España!" incluso cuando el desencadenante de la protesta poco tiene que ver con el nacionalismo y el espíritu patriótico. Mientras nos preguntamos si la ultraderecha se ha apropiado de los símbolos estatales o es el Estado el que ha proclamado como propios los símbolos de la ultraderecha, la izquierda más íntegra e inconformista pasea con la bandera republicana. Y no lo hace únicamente por su oposición a la monarquía, sino porque siente que de alguna manera la historia ha premiado a los golpistas que terminaron con lo más parecido a una democracia y a un gobierno de la mayoría que ha habido en este país hasta 1975. Es melancolía, es indignación, es recordarle al Poder que antes de la dictadura existió una breve República a la que apenas le dio tiempo a estabilizarse y crear un espíritu democrático en la sociedad. A la que se le arrebató su identidad y sus principios y cuyos impulsores fueron encarcelados, fusilados o exiliados. Jamás se ha hecho un gesto de aprecio a ese trabajo. Incluso a los españoles republicanos que en plena dictadura franquista lucharon por liberar París del nazismo y la barbarie se les ha homenajeado en la capital francesa mientras en España  se otorgan subvenciones públicas a la Fundación Francisco Franco. Si no hay memoria histórica no habrá justicia, y sin justicia no se pueden cerrar las heridas que separan a los españoles en dos bandos. Lo mismo ocurre con el himno y la bandera.

En conclusión, todos los caminos que incluyan opresión o imposición nos llevarán a una disquisición que no conduce a parte alguna, tal y como diría nuestro querido presidente. El objetivo final de esta festividad es que todos los españoles muestren su orgullo por pertenecer a esta Nación, y jamás ocurrirá nada parecido si sigue prevaleciendo la descalificación frente al diálogo y el desprecio ante la inclusión. El 12 de octubre necesita una reforma tanto en forma como en espíritu, como tantos otros eventos, leyes y actitudes en este país, y esto no es cuestión de ceder ni de ser condescendiente, sino de respetar todas las identidades y las formas de pensar de colectivos que tienen mucho que decir en nuestra vida cotidiana. Para ello es indispensable que la sociedad española se sienta totalmente involucrada en una celebración que parece estar reservada para los nobles del traje y la corbata y los reaccionarios del uniforme y los galones. Este día debe servir para reafirmar los valores que representan a nuestro Estado. Darle al mundo un ejemplo de democracia, solidaridad, pluralismo político, paz e igualdad. Nada de élites privilegiadas que ya gozan de su condición el resto de días del año y nada de instituciones polémicas que crean rechazo en un amplio sector de la población. El 12 de octubre no puede ser un baño de masas con fines propagandísticos ni electorales. El 12 de octubre quizás ni siquiera deba ser un 12 de octubre, pero siempre deberá ser la fiesta de la mayoría. La mayoría que sufre y la mayoría que aguanta. Es España, estúpido.

     -Galder Peña

domingo, 27 de septiembre de 2015

La verdad que no quieren contarle.

Nos situamos en noviembre de 2012. Concretamente, el día 26. Los periódicos recogen los resultados de las elecciones autonómicas catalanes celebradas el día anterior. La victoria de CiU es absoluta. Si bien es cierto que baja doce escaños respecto a las autonómicas celebradas dos años antes (sí, en 2010), sus rivales no solo no se acercan sino que continúan alejándose, pues los escaños restantes están mucho más repartidos ahora. Para más inri, la segunda fuerza en el Parlament será ERC, que apuesta por apoyar la investidura de Artur Mas desde el primer momento. Ese mismo día comienza a gestarse el proceso soberanista en Catalunya. La figura histórica del nacionalismo catalán, una crisis económica y política desesperante y un impulso notable desde las instituciones provocan que una nube de tensión e incertidumbre comience a sobrevolar tierras catalanas. Por un lado, los defensores de la soberanía y la autodeterminación, mayoría en el Parlament y, al parecer, en las calles. Por otro lado, los partidarios de que Catalunya y España sigan formando un todo indisoluble y eterno. En medio, tan solo una enorme brecha que separa dos posturas ya irreconciliables. Un vacío que necesita ser llenado, una montaña de escombros que deben ser retirados para construir un nuevo puente. Esa tarea tendrá dos claros protagonistas.

No es ningún secreto que, en un comienzo, esta cuestión se encaró con cierta reticencia en Madrid. No todos los días una parte del territorio que gobiernas y administras hace un llamamiento a la independencia. Los primeros días fueron frenéticos y confusos, pero Madrid tenía que reaccionar y posicionarse inmediatamente. Muchas fueron las personalidades internas en el Gobierno español que entendieron esta reclamación como un desafío desleal y reclamaron una respuesta tajante que defendiese la unidad de España y bloquease cualquier opción de comenzar un proceso soberanista conjunto, sin embargo, días más tarde, Mariano Rajoy convocaba una rueda de prensa para comunicar a los ciudadanos su decisión de abrir una vía de negociación directa con Artur Mas para solucionar este conflicto lo antes posible y encaminarlo hacía un destino que agrade (o que al menos no indigne) a ambas partes y que proteja la democracia y los derechos de Catalunya como Nación. La responsabilidad gubernamental se impuso sobre la frustración y la intención de reprimir estas expresiones tan incómodas para el gobierno central. El Partido Popular demostró que pese a ser una formación conservadora y en ocasiones excesivamente reaccionaria, no podía negar que una gran parte de los ciudadanos catalanes estaba alzando la voz para construir un futuro distinto. Había que proteger la democracia por encima de cualquier postura ideológica y, sobre todo, había que evitar que la división del pueblo catalán se instaurase por completo y se terminara aceptando y normalizando. La división no es una alternativa y los representantes de ambos bandos lo sabían. Era necesario negociar, acercar posturas y dejar que el pueblo se pronunciara.

En este contexto, Mariano Rajoy y Artur Mas se reunieron en La Moncloa a comienzos de 2013, con el objetivo de diseñar una hoja de ruta organizada y consensuada que, en ningún caso, enfrentara a Catalunya con el resto de regiones españolas. Ambos coincidieron en que un proceso tan sentimentalista y trascendental como este debía estructurarse sobre dos premisas esenciales: la cooperación y la voluntad del pueblo catalán. Partiendo de este punto, ambos representantes concluyeron que era necesaria una profunda reforma constitucional, pues el texto aprobado en 1978 no recoge el derecho de los ciudadanos catalanes a decidir sobre la forma de organizar su Nación y supedita en todo caso su voluntad a la del Parlamento español, al que permite interferir en muchas competencias autonómicas e incluso suprimir la autonomía de Catalunya bajo ciertos supuestos. Tanto el PSOE como Izquierda Unida apoyaron esta reforma en el Parlamento, que fue aprobada con un consenso casi absoluto a finales de 2013. De esta modificación derivó la posibilidad de realizar un referéndum sobre la autodeterminación en Catalunya, aunque se estableció que para que este tuviese vinculación legal era preciso un 70% de participación ciudadana. Al mismo tiempo, se acordó que los independentistas debían reunir el 60% de los votos emitidos para que el 'procès' continuara adelante. El compromiso de los ciudadanos catalanes, por tanto, tiene que ser total. La reclamación social de independencia tiene que ser abrumadora, pues solo de esta manera se llevará a cabo un cambio histórico que  separará el futuro de España y Catalunya.

De esta manera, Artur Mas anunció un referéndum con todas las garantías legales para el 9 de noviembre de 2014. La decisión se celebró en Catalunya y se aceptó en España. Al fin y al cabo, hasta los más nacionalistas sabían que la única forma de solucionar esta brecha histórica era permitir que los ciudadanos catalanes se pronunciasen. Proteger la unidad de España no consiste en obligar a nadie a sentirse español ni en forzar a una Nación a compartir leyes e instituciones. Algunas voces reivindicaban que el referéndum se extendiese a toda España y no faltaban radicales intransigentes que balbuceaban palabras de venganza y ajusticiamiento, pero la realidad era la que era y el grueso de la población aprobaba el diálogo y el posterior consenso. Dos meses antes del  decisivo referéndum comenzó oficialmente la campaña electoral, aunque lo cierto es que los reclamos, los manifiestos y las iniciativas políticas fueron una constante desde que se anunció la celebración del mismo. Los principales argumentos se esgrimían alrededor del sentimiento patriótico. Fue una campaña atípica. No se recurrió a cuestiones económicos (en definitiva, PP y CiU tenían los mismos planteamientos y carencias), los partidos soberanistas anunciaron mitines conjuntos independientemente de su ubicación ideológica y los defensores del 'no' se esforzaron en recordar la evolución de Catalunya estos últimos treinta años bajo el paraguas del Estado español, utilizando los JJ.OO. de Barcelona '92 como elemento estrella. Fue una disputa honesta, sincera. La ilusión frente al orgullo. Ni incertidumbre, ni miedo, ni amenazas desesperadas. Todo estaba bien atado fuese cual fuese el resultado, y eso daba libertad a los ciudadanos para que eligiesen con el corazón y no con la calculadora. Todos sabían que su situación personal no cambiaría en nada y su calidad de vida sería similar. Era cuestión de sentimientos, de honrar a todos aquellos que a lo largo del tiempo lucharon por la libertad del pueblo catalán, de su idioma y su cultura. El independentismo ganaba adeptos según se acercaba el 'Día D'. La euforia del momento contagiaba a los escépticos y movilizaba a los ausentes. Tal es así que la participación se elevó hasta el 83% y el 'sí' a la independencia venció con un 68% de lo votos totales. La euforia se desató en toda Catalunya. Ilusión, esperanza y curiosidad. El final de la lucha y el comienzo de la edificación.

En este proceso cambiará el todo pero no las particularidades y nadie está acostumbrado a que algo de esto ocurra. Tampoco en Madrid, donde todo el mundo espera una reacción del Gobierno que apenas tardó horas en llegar. El ejecutivo emitió un comunicado a la mañana siguiente en el que se felicitaba al conjunto de los catalanes y se comunicaba abiertamente el comienzo de un proceso de negociación con los representantes de Catalunya a fin de formar un nuevo marco jurídico e institucional construido sobre la voluntad que el pueblo catalán había manifestado horas antes. El proyecto era muy ambicioso y las negociaciones, aunque cordiales y cooperativas, fueron muy complejas. Tras varios largos meses en los que la población comenzaba a impacientarse y a reclamar mayor transparencia, se anunció que el duro trabajo había dado por fin sus frutos. Un dossier extenso, con apartados específicos y dilatados. Difícil de leer. En él se establecían los parámetros esenciales de la nueva relación entre Catalunya y España. Se definieron los puntos más controvertidos sobre los que aún rondaba la incertidumbre. El nuevo estado catalán se comprometía fielmente a responsabilizarse de cualquier pensión o subsidio público que debiera abonarse a los ciudadanos catalanes y a pagar una cuota anual al gobierno español para que las fuerzas armadas defendiesen Catalunya siempre que fuese necesario. España, por su parte, se obligó a mantener la nacionalidad española de los ciudadanos catalanes hasta que Catalunya formalizase su ingreso en la UE y a participar como mediador frente a los organismos internacionales a fin de acelerar la integración de Catalunya como Estado independiente. Sin ejército, sin fronteras, sin aranceles ni barreras proteccionistas, y con un funcionamiento interno muy similar al del Estado español.

Una vez establecidos los derechos y obligaciones para ambas partes, encauzada la situación de Catalunya y aprobado el cuerpo legislativo en ambos Parlamentos, Artur Mas, aún presidente de la Generalitat, convocó un acto solemne y multitudinario en la Plaza Catalunya de Barcelona, a fecha de 27 de septiembre de 2015. Medio país se echó a la calle. Muchos todavía no podían creer que un camino que parecía tan pedregoso y utópico se hiciese realidad en tan poco tiempo. La relativa celeridad generó incredulidad y un atisbo de desconfianza, pero el entusiasmo lo enterró todo ese día. A eso de las 11 Artur Mas inauguró lo que iba a ser un día histórico anunciando la independencia de la nueva República de Catalunya y agradeciendo al gobierno español el sentido de la responsabilidad y el carácter democrático que había asumido durante todo el "procés". Posteriormente, proclamó la convocatoria inmediata de unas elecciones tan importantes como las anteriores, las primeras de Catalunya como Estado independiente y en las que participarían partidos originariamente españoles como el PP o el PSOE, que aún conservaban y conservarán su estructura en tierras catalanas. Muy poco se durmió ese día en Barcelona. Las celebraciones se alargaron durante toda la noche mientras la bandera española seguía ondeando en los edificios públicos en señal de gratitud. Paradojicamente, la histórica España nunca había estado tan unida como entonces. Por primera vez se entendió que unión y fusión no son sinónimos y que el reconocimiento y la igualdad eran requisitos imprescindibles para construir un futuro mejor. Las banderas ya no eran elementos de discordia. Las banderas representaban una nueva relación de fuerzas que beneficiaba a todos y no hería a nadie más que a los pobres infelices que todavía soñaban con las hazañas bélicas del Imperio Español y la vacía uniformidad de la España sumisa. Respeto mutuo e identidad, tan solo eso hacía falta y nadie lo supo ver hasta entonces. Ninguna Nación por encima de la otra, ningún Presidente por encima del otro, ninguna bandera por encima de la otra. Democracia, paz y consenso, una lección política para el resto del mundo.

     -Galder Peña

lunes, 14 de septiembre de 2015

Carta abierta a la Decencia.

Abro los ojos y lanzo un soplido de alivio al comprobar que amanece un nuevo día de verano. Trasnochar es ya una costumbre cuyo origen no recuerdo. El reloj marca las 12:30. Demasiado tarde para desayunar pero justo a tiempo para encender la televisión y comprobar que este mundo sigue siendo un lugar cruel y sombrío en el que la honradez es más un cualidad loable que una característica inherente al ser humano. Me deprimo de nuevo. Hoy más que de costumbre. Los titulares no hablan de ladrones ni de sinvergüenzas a los que odiamos brevemente hasta que otros miembros de su misma hermandad les desplazan en los noticieros. Mis ojos contemplan una de las mayores atrocidades que puede cometer el ser humano: el desprecio y el abuso sobre el más débil. Cientos de miles de personas (y me gustaría insistir en el término 'personas'), en muchas ocasiones acompañadas por niños y ancianos (también son personas) huyen a duras penas de una miserable y sangrienta guerra. Dejan toda su vida atrás. Sus trabajos, sus estudios, todo. Los cimientos sobre los que construyeron sus proyectos e ilusiones son poco más que escombros y cenizas. Con toda la tristeza e impotencia que puede acumular una persona en una situación límite como esta, proceden a abandonar, a pie si hace falta, lo que algún día llamaron hogar. Muchos aspiran a cruzar Turquía, alcanzar las islas del sureste de Grecia, y una vez en la Unión Europea, encontrar refugio en algún país avanzado y solidario que tenga la decencia y la humanidad suficiente como para empatizar con el sufrimiento de este gran número de personas y proporcionarles los recursos que les ayuden a sobrevivir con dignidad mientras su país es asolado por individuos desalmados y resentidos. 

Pasan los días y eso nunca llega a ocurrir. Mientras los gobernantes de cada país miembro de la Unión Europea se pelean entre ellos por acoger la menor cuota posible de refugiados, a los que no dudan en tratar como una carga externa y como un parásito que pone en riesgo el crecimiento económico que nos quieren vender con calzador día tras día, las fuerzas del orden de cada Estado llevan a la práctica este mismo guión ideológico, utilizando una violencia desmedida para evitar el avance territorial de unas personas que tras haber conseguido escapar del infierno no están dispuestos, ni deberían estarlo, a detener su paso por los golpes de unas cuantas porras uniformadas y cargadas de ira injustificada y egoísmo. Estas acciones son el núcleo duro de las políticas que está adoptando la UE en estos momentos, sin embargo, como suele pasar en temas tan peliagudos y delicados como es este, lo que más molesta a un servidor (y muy probablemente a usted también) son los detalles particulares y los actos indignos individuales. Poner cara y nombre a lo más mísero de la existencia humana es algo que me impresiona profundamente y me produce enorme tristeza e impotencia. Si bien los casos más sonados y deplorables son los ataques neonazis sobre edificios destinados a la protección de los refugiados o las sorprendentes patadas que una periodista húngara de catadura moral inexistente propinó a varios refugiados cuando se disponían a cruzar la frontera entre Serbia y Hungría (concretamente a una niña y a un padre con un bebé en brazos), no hace falta salir de las fronteras españolas para encontrar actitudes despreciativas que le hielan a uno la sangre, desde el Presidente del Gobierno apelando de forma absurda a un supuesto 'efecto llamada' para evitar la apertura de fronteras a los refugiados, pasando por el Ministro del Interior o el ex-alcalde xenófobo de Vitoria que hace pocos días alertaron no se sabe muy bien a quién de la posible incursión de yihadistas camuflados entre refugiados sirios, y terminando con los cientos de ignorantes insensibles que día tras día frivolizan con mal gusto sobre este tema en las redes sociales o le apuntan consecuencias dramáticas, desproporcionadas y distorsionadas a la acogida de refugiados que huyen de la muerte para encontrar cobijo en el que se supone el continente más avanzado de nuestro planeta. 

No me cabe duda de que este tema no puede abordarse de otra forma que no sea desde los principios morales de la solidaridad, el respeto y el bien común. Y no soy el único que lo piensa, ni mucho menos. Sin embargo, el transcurso y el desarrollo de los hechos que han llevado a esta tragedia nos ofrece una vista espléndida de lo ruin y descorazonado que puede llegar a ser el ser humano cuando sus intereses personales están en juego. Empresas privadas, instituciones, mafias, fuerzas del orden... Nadie se salva de la desvergüenza que supone abusar del más débil aprovechando una posición cómoda de poder que otorga la legitimidad necesaria para decidir sobre la vida de millones de personas e incluso utilizarlas para seguir enriqueciendo el bolsillo propio como si la humanidad estuviese formada por individuos sin pudor que pisotean a quien haga falta solo por mantener una posición privilegiada de comodidad y agachar la cabeza y cerrar los ojos frente a las desigualdades.

En primer lugar, yendo al problema estructural, al origen de este gran despropósito, nos topamos con la que es una de las mayores fuentes de conflictos y abusos alrededor del mundo: el capitalismo. Ese sistema cuyas terribles consecuencias y desigualdades conocemos pero decidimos asumir porque por pura fortuna hemos nacido en el lado luminoso del sistema. Para que exista este lado luminoso tiene que existir un lado oscuro, al que las almas caritativas intentan ayudar con donaciones económicas o misiones de ayuda humanitaria que al fin y al cabo no son más que parches en un sistema que hace aguas de forma incontrolable. Este capitalismo, que justifica y normaliza que en el mundo existan zonas terriblemente ricas y otras terriblemente pobres, paradójicamente se echa las manos a la cabeza ante el problema de los refugiados. La gente huye de la pobreza y la desigualdad y eso nos incumbe a todos. ¿Con qué legitimidad vamos a culpar a una persona por huir de la miseria en busca de un futuro digno o simplemente luchando por sobrevivir? ¿Por qué estos últimos no son emprendedores y el joven español que ante la falta de oportunidades laborales decide lanzar su propia empresa en condiciones precarias sí lo es? Nosotros hemos creado este mundo. Nosotros hemos creado inestabilidad y guerras. Nosotros hemos saqueado países sin complejo alguno para abandonarlos una vez exprimidos y desangrados. Países que, por ser ricos en materias primas que ayudaban al desarrollo del capitalismo, han sido ocupados y dominados por potencias que no han permitido que la historia siga su curso habitual y que han provocado que hoy en día carezcan de cultura democrática y de infraestructuras apropiadas, precisamente por haber cargado con el yugo del colonialismo durante la época en la que la lucha obrera establecía, no sin esfuerzo, las semillas de la democracia occidental. La revolución industrial llevó al capitalismo sin control y la presión de los oprimidos y explotados por este régimen llevó a la conquista de amplios derechos y libertades en los países industrializados. Esta cadena nunca ha existido en los países que hoy en día algunos demonizan por ser fuente de refugiados e inmigrantes. La alteración de la historia siempre tendrá repercusión en el futuro, y nosotros alteramos la historia y detuvimos el progreso, asumamos las consecuencias y seamos coherentes.

Pero si les da vértigo echar la vista tan atrás en el tiempo, viajemos de vuelta a la realidad, al presente. Hoy en día las intervenciones militares resultarían demasiado ostentosas y gozarían de un rechazo público notorio en la gran mayoría de ocasiones, por lo que quedan tres vías de hacerse con el control de los recursos y materias primas de países o territorios ajenos sin levantar excesivo ruido o sin perder la confianza de otros países aliados. En primer lugar, la colonización económica consiste en obligar a un país a privatizar su patrimonio y adquirirlo en el mercado mediante empresas nacionales del país colonizador, como es el caso ya mencionado en este blog de Alemania y Grecia. Las otras dos vías consisten en tratar de justificar la invasión alegando tener suficientes razones para ello (armas nucleares, amenaza para la seguridad nacional o el conjunto de la humanidad...) tal y como hizo EE.UU. (apoyado por países como Reino Unido o España que también sufrieron posteriormente las consecuencias de la desfachatez de sus gobiernos) con Iraq a principios de este siglo (más tarde se descubrió que la justificación inicial era una simple mentira interesada) y la de crear inestabilidad armando a los sectores más radicales de la oposición para que entren en conflicto con las fuerzas del Estado y provocar un conflicto en el que la única solución aparente sea la intervención de una potencia mundial (como es de nuevo EE.UU.) que ponga orden y devuelva sobriedad al territorio. Esta última vía es la utilizada en Iraq, Siria y Afganistán por EE.UU. para aumentar su presencia en Oriente Medio y aprovecharse de la infinidad de recursos petrolíferos y de la magnífica ubicación geográfica de estos países. Las empresas armamentísticas norteamericanas abastecen a los guerrilleros del Estado Islámico para satisfacer sus propios intereses personales y al mismo tiempo ayudan a EE.UU. acelerando y agravando las revueltas y las guerras civiles en Oriente Medio. Llegados a este punto no creo que sea necesario decir que estas guerras son las que provocan la oleada de refugiados que llaman desesperados a la puerta de la UE y que solo son consecuencia de las ansias desmedidas de satisfacer intereses personales y alimentar el ferviente capitalismo que lleva a la competición y destrucción.

Refugiados sirios en la frontera entre Grecia y Macedonia. Las
 fronteras con concertinas son habituales fuera del "espacio
Schengen".
Así como EE.UU. es responsable directo de las continuas guerras en Oriente Medio, la Unión Europea no es más que una agrupación artificial y débil que hace aguas cada vez que se cruza de bruces con un conflicto grave que precise una solución urgente, tal y como ocurre en este caso. Una vez más, este organismo ha actuado perseguido por el miedo, el cinismo y el más puro egoísmo, sin matiz alguno. Miedo a reclamar y exigir al responsable último de esta tragedia, Estados Unidos, que se involucre de forma activa en el reparto de refugiados y en garantizar unas condiciones de vida dignas a estos. Cinismo al violar de forma flagrante y torticera la legislación existente en materia de refugiados, tanto la legislación europea como la Declaración Universal de los DD.HH., mientras acuerdan de manera sorprendente celebrar una nueva cumbre europea para regular firmemente esta materia. No hay necesidad ni posibilidad de negociar nada. La legislación es contundente y válida. Los refugiados deben ser acogidos en cualquier país de la Unión Europea y repartidos proporcionalmente siguiendo un sistema de cuotas previamente diseñado, y todo aquel que se oponga a esta solución estaría vulnerando tratados y leyes que han sido ratificados y se encuentran en vigor. Esta reacción pone de manifiesto una vez más el carácter débil y propagandístico de la Unión Europea tal y como la conocemos, pues los países miembros se jactan de firmar tratados y llegar a acuerdos aparentemente muy positivos y éticos que a la hora de la verdad tratan como papel mojado y optan por adoptar diferentes vías de actuación. Por último, el egoísmo y la falta de humanidad que demuestran gran parte de países europeos al cerrar sus fronteras o evitar la entrada a territorio nacional de trenes repletos de refugiados nos dejan a diario multitud de vídeos e imágenes monstruosas que llevan a uno a reflexionar sobre la sociedad que estamos construyendo y lo rastrero que puede llegar a ser recibir con odio y represión a una víctima débil e indefensa que reclama ayuda urgente apelando como último recurso a la benevolencia y la integridad personal del más fuerte. 
Imagine que está usted sentado en la terraza de un bar con un amigo cuando esté observa en la esquina de la calle a un hombre cargado de billetes y joyas. Su amigo se levanta y se dirige hacia este individuo. Tras propinarle una paliza descomunal ante la cual usted muestra la más fría de las indiferencias, su amigo abandona la escena con los billetes, con las joyas y con las manos llenas de sangre. El tercer hombre, aturdido y con la cara desfigurada, se levanta con dificultad y avanza hacia usted reclamando ayuda y atención médica urgente. Usted, no contento con haber permitido que su amigo cometa un acto miserable y abandone el lugar con el tesoro entre sus manos, escupe en la cara de ese buen hombre y le deja a merced de su propio destino. Eso es Europa. Eso somos ahora. Eso pretenden que sigamos siendo.
Sin embargo, no todo el mal del ser humano viene de las instituciones. Bien es cierto que estas son las encargadas de representar la voluntad general y respetar las exigencias de los ciudadanos como conjunto, por lo que sus desfachateces y actos tiránicos nos indignan de forma más directa y nos producen sensación de traición. No obstante, la expresión más rastrera y abyecta de la existencia humana la vemos reflejada en las mafias que se aprovechan de forma directa y consciente del sufrimiento y la angustia de miles de personas para llevar a cabo sus sucios negocios. Según un gráfico publicado recientemente por The Guardian, el coste económico que asume un refugiado que decide viajar por su cuenta hasta Munich ronda los 2000€, de los cuales 1700€ (alrededor del 85%) se pierden en los dos puntos del trayecto controlados por las mafias, el paso desde Turquía hasta las islas griegas y el viaje desde Budapest hasta Munich. Las mafias se aprovechan de la situación extrema y el miedo a la represión y el abandono que viven los individuos que escapan de las zonas de guerra, y les proporcionan medios de transporte seguros y menos aglomerados por un precio muchísimo más alto que el habitual. En definitiva,comercian con el sufrimiento y la desesperación de la gente, utilizando a los refugiados como mercancía y llenando sus bolsillos sin límite. Unos auténticos contrabandistas sin alma ni pudor. En una sociedad sana y en una Europa efectivamente democrática y con los pies en la tierra, las cumbres se centrarían en desarrollar mecanismos que pongan fin a estos abusos indiscriminados en vez de discutir como mantener alejados a los refugiados sin llamar demasiado la atención. Tristemente, no estamos en ese plano.

Por otra parte, las formas de actuar de los cuerpos de seguridad de cada Estado involucrado en este conflicto dejan mucho que desear y incluso transgreden las barreras de la brutalidad. Todos estamos de acuerdo en que son empleados cuyos superiores trazan las líneas de actuación, pero esta excusa se diluye cuando observamos la cara de odio y repugnancia con la que ciertos individuos tratan a la mayor expresión humana de la debilidad e indefensión. Porrazos sin venir a cuento, empujones a destajo y de forma aleatoria, persecuciones campo a través... y todo con la expresión de un perro hambriento en busca de carne fresca a la que clavar sus afilados dientes. Según reportan los periodistas que se encuentran cubriendo la frontera de Hungría con Serbia (recientemente cerrada con una valla metálica de tres metros de altura y repleta de concertinas) la policía húngara trata a los refugiados con el más absoluto desprecio, por supuesto sin alimentarles ni proporcionarles ningún tipo de apoyo o información. Todo ello, para más inri, con los campos de refugiados (evolucionando progresivamente en campos de concentración) totalmente desbordados tanto en espacio como en recursos. La excesiva e irracional hostilidad del primer ministro húngaro Viktor Orbán, unida a la brutalidad policial y a las detenciones (ilegales, quede claro) han obligado a los refugiados a adoptar una ruta alternativa en su búsqueda por llegar a Munich, escondiéndose, como si fuesen delincuentes o maleantes.

Por último, el Estado Islámico o Daesh no puede quedar fuera de este repaso a los sótanos de la humanidad. La propia naturaleza de este grupo y sus pretensiones totalitarias y sangrientas, más allá de que actúe instigado y financiado por EE.UU., son una verdadera amenaza tanto para los países árabes como para Occidente, pues su objetivo final es recuperar la expresión más radical del islamismo y terminar con el estilo de vida consumista y globalizado que impera en el primer mundo. No se conforman con instaurar un califato en Siria e Iraq, ese es solo el primer paso para alcanzar el control de todo el planeta instaurando sus ideales más propios de la época de Al-Andalus que del siglo XXI. Así lo demuestran mediante las selectivas torturas y matanzas a las que someten continuamente a periodistas occidentales (británicos y estadounidenses, principalmente) amparándose en el mero hecho de que son occidentales y, por tanto, hijos y defensores del capitalismo y sus consecuencias. La solución a este problema es tan simple como que EE.UU. abandone sus intenciones de sumir a Oriente Medio en el caos absoluto para, de esa manera, justificar una intervención militar que les permita controlar una zona rica en materias primas (petróleo) y situada en un lugar estratégico (cerca de Rusia y a medio camino entre Europa y Asia central). Prohibir a las empresas norteamericanas suministrar armamento a los terroristas de Daesh debilitaría lo suficiente a este grupo terrorista como para que las tropas de Bashar al-Asad y el cuerpo militar iraquí doblegasen a los insurrectos y terminasen con la barbarie del yihadismo. Teniendo en cuenta la dirección unilateral que acostumbra a tomar EE.UU. en su política exterior, las inexistentes presiones y exigencias de los organismos internacionales y el poco aprecio que demuestran tener por la vida humana fuera de sus fronteras nacionales, esta vía parece un deseo inalcanzable, una utopía. Sea como fuere, la primera llave, la que abre la puerta con mayor facilidad, la tiene Estados Unidos. Cualquier otra alternativa se basaría en el conflicto directo contra el Estado Islámico, derramando el triple de sangre que hasta ahora, triplicando el número de refugiados y muy probablemente sirviendo en bandeja de plata el control de Oriente Medio al país norteamericano, tal y como ocurrió en Iraq y Afganistán a principios de siglo.

En resumen, el problema de los refugiados no ha nacido como problema, sino como oportunidad. Oportunidad de que la Unión Europea demuestre que su unión es sólida y seria. Oportunidad de revelar al mundo que el capitalismo y la solidaridad pueden ir de la mano. Oportunidad de mostrar que el primer mundo no lo es solo en el ámbito económico sino también en principios democráticos y éticos. Oportunidad de enseñarle al mundo que el siglo XX, marcado por las guerras, la pobreza, la destrucción y el sufrimiento, ha quedado grabado a fuego en nuestra sociedad, y sirve como punto de partida para impedir que las víctimas de esta guerra, los civiles, queden indefensos ante las persecuciones y la represión. Los españoles, con más ahínco si cabe, deberíamos repasar nuestra memoria histórica y comprobar como hace menos de un siglo eran nuestros abuelos y bisabuelos los que viajaban al extranjero huyendo de la Guerra Civil y el régimen franquista. Muchos niños nacieron y crecieron en el exilio. Muchas familias iniciaron una nueva vida fuera de nuestras fronteras. Nosotros también sufrimos. Nosotros también fuimos refugiados.

     -Galder Peña

martes, 11 de agosto de 2015

Ambizurdos.

Yo siempre he sido de aquellos que defendía, o defiende, que en el equilibrio siempre está la virtud. Sin embargo, cuando el escenario comienza a derrumbarse y la situación de la sociedad decae hasta tal extremo en el que la sostenibilidad del Estado del bienestar es más una ansiada utopía que una conquista real, los polos se pueblan paulatinamente de almas en busca de un recorrido al que atenerse, de una senda que les devuelva a esa Tierra Prometida que algún día brilló de forma espléndida y más tarde descubrimos que no era más que un espejismo. Haber sido estafados por unos villanos a los que ahora el diablo nos obliga a rescatar de su inevitable miseria hace hervir nuestra sangre. Dar de nuevo vida al monstruo que por las propias incongruencias de su salvaje modo de actuar ha aniquilado a la sociedad y se ha derribado a él mismo es algo espeluznante. Actos que escapan de la razón y radicalizan al hombre prudente y parsimonioso, al hombre equilibrado, en definitiva, al hombre virtuoso. El equilibrio comienza a peligrar, la ortodoxia resulta repelente y lo que en época de bonanza parecían males necesarios o anécdotas sin recorrido hoy ya son motivos de indignación colectiva e instantánea. Las sensibilidades están a flor de piel y los debates políticos proliferan. La sociedad civil se preocupa, se informa e interactúa y forma opiniones personales que nos acercan a un extremo o al otro, pero en todo caso, nos alejan de las incoherencias, de la absurdez de aquellos que pretenden sostener un doble discurso y adueñarse del sosiego y la templanza. El equilibrio es cómodo, mas cuando no hay comodidad no hay equilibrio. Tan solo puede surgir, como el equilibrio de una balanza, si los extremos se distribuyen por un número similar de individuos, pero jamás por la pasividad y el aburguesamiento característicos de una sociedad acomodada y despreocupada.

La economía y los derechos civiles han sido los dos motores de la sociedad desde que el ser humano se organiza de tal forma (más aún en épocas convulsas de austeridad y corrupción). Cuando uno de estos dos bastiones no funciona correctamente, la revolución popular comienza a germinar. Uno no reemplaza al otro. Cuando las carencias en un ámbito son profundas y reconocibles la legitimidad de los poderes públicos desaparece y comienza la batalla entre los privilegiados y los esclavos, entre los opresores y los oprimidos, y así hasta que los nuevos vencedores vuelvan a arrasar los derechos civiles o perder el control de la economía. Hoy en día, el concepto de Estado como forma de organización social goza de una aprobación casi total, y son los partidos políticos los que sufren la ira y el desprecio de los trabajadores, que gracias a los mecanismos democráticos ya no lo hacen mediante la guerra física sino con el poder del voto, de la elección de los representantes. En materia de derechos civiles, el bipartidismo ha revestido una clara división al respecto. Las posturas de PP y PSOE a la hora de abordar asuntos polémicos como pueden ser las políticas de inmigración, el aborto, el matrimonio homosexual, la monarquía o la involucración del catolicismo en las instituciones públicas son cristalinas (con la falta de firmeza y convicción que caracteriza al PSOE estos últimos años, téngase en cuenta) y así lo refrendan mediante sus reiterados discursos y actuaciones. De esta manera, una vez que el ciudadano ha formado una opinión al respecto no ha tenido más que seguir la lógica evidente para determinar la dirección de su voto. En lo que a economía se refiere, los bandazos de uno y otro, fruto de la desesperación más absoluta, han sido memorables, dando sustento a la figura del "ambizurdo". El "ambizurdo" se caracteriza por seguir una línea económica poco coherente y demoscópica, esto es, actuar de acuerdo a la que se presume será la opinión pública mayoritaria, sin aferrarse a ninguna teoría y aguantando el vendaval de forma improvisada, siempre con la intención de lograr la aprobación tanto de liberales como de socialistas, tanto de diestros como de zurdos, y logrando un resultado esperpéntico que no agrada a nadie y deja al partido en cuestión en un terreno fangoso y muy poco habitado, para la desgracia de los que querían ser ambidiestros y han resultado ser "ambizurdos"

Gráfico extraído del barómetro de enero de 2015 del CIS, (previo
a la explosión de C´s) que demuestra como Podemos se nutre
del vacío ideológico que ha dejado el PSOE en la izquierda.
La sociedad tiende a alejarse del doble discurso. Nadie se siente identificado con un partido político que privatiza centros de salud al mismo tiempo que inyecta más de cien mil millones de euros de liquidez a la banca y sube los impuestos directos e indirectos mientras reduce al límite el gasto público. Nadie puede sentirse plenamente identificado cuando la coherencia brilla por su ausencia y ni siquiera el propio partido sabe la tendencia de las decisiones que tomará en un futuro próximo. En este fatigoso viaje hacia la ansiada centralidad del tablero, las zonas exteriores (que recordemos cada vez están más pobladas) pierden su refugio, su referente, y es entonces cuando todo se alinea para que nuevas fuerzas políticas ocupen ese lugar. Si el PSOE abandona el socialismo, por ende abandonará a los socialistas, cuya falta de identificación con las principales fuerzas políticas les impulsará a crear nuevas plataformas que ya desde un comienzo contarán con un gran número de adeptos (Podemos, Ahora en Común, candidaturas municipales de unidad popular...). Lo mismo ocurre con el PP y el liberalismo del que presumen algunos de sus dirigentes (loando a personajes históricos como Margaret Thatcher o Ronald Reagan). Liberalismo que a la postre se traduce en ligeros ajustes (que no por ser escasos dejan de ser destructivos para el Estado del bienestar) en contraposición a subidas de impuestos y subvenciones a empresas y empresarios con los que mantienen algo más que una simple amistad. Ese liberalismo frustrado y denigrado lo recogen ahora Ciudadanos y otros partidos minoritarios con la intención de llevarlo a su máximo esplendor. Si bien en el apartado de derechos y libertades el bipartidismo ha creado un confrontamiento perfecto que podría haber alargado su hegemonía mucho más tiempo, las decisiones económicas han sido su perdición. La nefasta gestión derivada de actos improvisados y discursos vacíos, acompañada por la incipiente intervención de la UE en las economías estatales (forzando a los gobiernos a tomar medidas desastrosas) ha dejado al bipartidismo sin la opción de actuar como alternativa mutua. PSOE y PP ya no pueden retroalimentarse de esta forma, ya no existe antagonismo ni confrontación alguna en sus políticas económicas. Se ha perdido la segunda vía que uno de ellos aportaba cuando el otro gobernaba. La vía es única y en los regímenes democráticos esto nunca se ha admitido ni se admitirá. Si el bipartidismo no ofrece alternativas otros partidos las ofrecerán, y eso es precisamente lo que ha ocurrido en España estos últimos años, una reconstrucción de alternativas.

Una vez se ha formado y desarrollado este escenario, poco les queda a los partidos clásicos más que luchar por volver a sus orígenes y convencer a los electores de que son las dos únicas fuerzas capaces de gobernar el país con eficacia. En caso contrario, irán quedando obsoletos lentamente, a medida que sus carencias vayan proliferando y las nuevas fuerzas se hagan sólidas y adquieran poder de gobierno. Y hasta ahora no están reaccionando. El cambio parece irreversible. Quizás es tardío y poco fructífero, pero es irreversible. Cuando pensábamos en izquierda pensábamos en PSOE, no en IU, cuando pensábamos en derecha, pensábamos en PP, no en UPyD. Hoy en día, se ha extendido la idea de hablar sobre bloques y de hacer ecuaciones sobre pactos. La política de 2015 trata de sumar escaños para llegar a mayorías absolutas, en ningún caso asume un cara a cara directo, ni en ciudades, ni en Comunidades Autónomas ni en el Parlamento estatal. Parece que tanto Podemos como Ciudadanos son los socios que recuerdan a sus jefes que su deber es aplicar la hoja de ruta que algún día definió su forma de actuar y que se ha ido difuminando hasta quedar en un mero recuerdo casi ininteligible. Esa es su función a fecha de hoy, hasta que un mayor número de españoles entienda que es el socio el que lucha por defender sus intereses mientras que el jefe vaga confuso por el centro del tablero buscando ayuda y ahogándose en silencio.

     -Galder Peña

martes, 21 de julio de 2015

Madrid V.O.

¿Se imaginan ustedes que alguien pretenda reducir o prohibir la libertad de una persona o una institución para expresarse y aclarar información controvertida amparándose precisamente en la protección de la libertad de expresión y de prensa? Lo cierto es que no hace falta que se esfuercen en imaginar nada, porque esto está sucediendo. Un sector de la opinión pública (pequeño, o eso quiero pensar) y de manera formal la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) y la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), han denunciado durante esta última semana que la página web "Madrid Versión Original" (pinchar aquí para visitar la página) que ha puesto en marcha el ayuntamiento de la capital (casualmente dirigido por Ahora Madrid) atenta directamente contra la libertad de prensa y tiene un halo de censura que pone en peligro el trabajo independiente de los medios de comunicación y su correcto desenvolvimiento. Esta plataforma a la que se alude ha sido creada de forma oficial para desmentir o puntualizar cualquier noticia errónea o incompleta que se publique en los medios de comunicación y que afecte de forma directa al Ayuntamiento de Madrid, su gestión o sus proyectos futuros. De esta manera, el equipo de Carmena utilizará este medio (de hecho ya ha comenzado a utilizarlo) para aclarar declaraciones públicas que considere han sido malinterpretadas o han sido mal expresadas, para cortar de raíz bulos que circulen por las redes sociales y alcancen cierta repercusión social o para corregir datos y reseñas sobre su desempeño en la alcaldía. Todo esto se hará, como es obvio, aportando documentos que demuestren que las matizaciones y los desmentidos están fundamentados y son convenientes. A partir de aquí, el ciudadano podrá sacar sus propias conclusiones sobre la actuación de los órganos públicos en cuestión, una vez que disponga de la información emitida y valorada por los medios de comunicación privados y el consiguiente aporte, si lo hubiere, del Ayuntamiento de Madrid, que al fin y al cabo es el emisor oficial y el principal afectado por las noticias que se publiquen al respecto de sus actuaciones, por lo cual considero que tiene toda la legitimidad posible para defenderse y contribuir a que la información que llega a los oídos de los ciudadanos sea precisa y veraz.

Es tan sencilla la reflexión por la cual cualquiera puede llegar a la conclusión de que esta iniciativa tiene visos de ser muy positiva para los ciudadanos madrileños y contribuir en el proceso de transparencia que tan importante es hoy en día en las instituciones políticas de nuestro país que me lleva a cuestionarme las razones por las cuales la FAPE y la APM se oponen de forma severa y tajante a que tal plataforma entre en funcionamiento. Entiendo y asumo que muchos individuos, debido a su orientación política sistemáticamente opuesta a todo lo que hagan los partidos de izquierda, pretendan demonizar esta plataforma y lanzarse a una vehemente caza de brujas como es habitual que hagan cada vez que nace una noticia con ligero aroma a polémica, pero las posturas tanto de la FAPE como de la APM me sorprenden en exceso, pues deberían ser sendas asociaciónes independientes que velasen por los derechos laborales de los periodistas y se enfrentasen los abusos de poder de los propietarios de los medios de comunicación. Todo ello, claro está, sin inmiscuirse en temas políticos ni posicionarse al respecto, salvo que mediante una decisión política se pretenda coartar derechos legítimos de los periodistas (hecho que argumentan estas asociaciones en este caso pero que me niego a creer, por la absurdez de lo expuesto, que sea un alegato real y no esconda intenciones encubiertas). ¿Qué es lo que verdaderamente temen las altas esferas de la FAPE y la APM? ¿por qué parece ser que les fastidia tanto que un ayuntamiento impulse una sencilla página web en la que ejerce su derecho a réplica y a corregir los numerosos fallos de la prensa? Por supuesto que en esta web no vamos a encontrar verdades irrefutables ni tampoco vamos a ver reemplazado el trabajo de los periodistas por un único medio público que triture y mezcle la información para servirla después en bandeja a los ciudadanos. Nadie pretende hacer esto. Nadie pretende sustituir a los periódicos ni decidir lo que deben publicar y la forma en la que deben hacerlo. Ni por asomo. ¿Cómo puede ser esto un ataque contra la libertad de expresión?
El logotipo de la web impulsada por el consistorio madrileño,
que comenzó a operar el 23 de junio y cuenta,
hasta la fecha, con cinco entradas.

Uno puede ser ingenuo, inocente o despreocupado, pero ser tonto ya supone un esfuerzo hercúleo. Nuestra credulidad permisiva está comenzando a desbordar y hace años ya que no nos creemos todo lo que nos cuentan, o eso quiero pensar. Todo lo que pueda decir yo ahora no son más que simples especulaciones, pero me niego a creer que la dirección de una asociación que incluye a miles de profesionales de un gremio que lidia día tras día con las barreras de la libertad de expresión (antes más que ahora, afortunadamente) ataque de esta forma a una institución que solo pretende ejercer tal derecho. Igual que lo hacen los periodistas. Igual que los periodistas luchan y han luchado para poder hacerlo. Esto no implica, sin embargo, que sea un derecho que les pertenece de forma exclusiva y excluyente. No son guardianes de la verdad. No son las únicas voces transmisoras de la información. Y menos aún en una sociedad como la de hoy en día en la que replicar y corregir es tan sencillo. ¿Por qué tan feroz oposición a ser corregidos si eso mismo es lo que ocurre a diario en las redes sociales cada vez que un medio patina de forma descarada? A mi juicio este alegato absurdo no hace más que evidenciar la falta de honestidad que existe en la prensa. La única razón por la cual alguien puede temer una futura corrección es porque sabe de antemano que va a errar. Los medios mienten y lo saben. Saben que manipulan información, saben que tergiversan discursos, saben que inventan noticias como aquel que tira un globo sonda solo para conocer las reacciones de los lectores y la sociedad en general. Hay que ser muy iluso para creer que los medios de comunicación no están politizados ni siguen una línea editorial férrea diseñada por el propietario o el director en cuestión, pero no esperaba sinceramente que asociaciones como la FAPE o la APM estuviesen igual de contaminadas. En vez de defender los derechos de los trabajadores frente a los propietarios de los medios y apoyar a aquellos periodistas autónomos que se lanzan a la aventura con proyectos de investigación o documentales, resulta que defienden a los propietarios y directores de las fuerzas políticas y los órganos públicos que pretenden sacar al descubierto sus prácticas indecentes y desarrollar una herramienta para concienciar a los ciudadanos de la gran cantidad de falsa información que circula por la prensa y al mismo tiempo defender una gestión que desde antes incluso de comenzar ya ha estado siendo juzgada y arbitrariamente valorada por un gran número de medios de tirada nacional más o menos trascendentes. Madrid V.O. no es solo una plataforma legítima sino que de ser bien utilizada puede ser extremadamente provechosa para todos los madrileños. Y este es precisamente el asunto que intentan atajar la FAPE y la APM trabajando por encargo de los grandes propietarios de la información. No quieren que los ciudadanos abran los ojos (los rezagados que aún sufren de ceguera y los que todavía no están en edad de comenzar a ver) ni tampoco quieren dejar de usar todas las artimañas que estén a su disposición para derribar un gobierno al que no son ideológicamente afines. Artimañas que van a ser desarticuladas y van a dejar retratados a muchos periodistas (porque ya sabemos que el público se enfada con los títeres y los que manejan los hilos se protegen en la sombra), pues Madrid V.O. va a ocupar el espacio que en la mayoría de lugares ocupan las peticiones de rectificación a menudo obviadas por la prensa o los comunicados oficiales que nunca llegan a nuestros oídos y si lo hacen se traspapelan al instante en nuestra mente. Esto es ya un ataque directo y organizado contra la manipulación y el descaro, y si a ningún mago le gusta que en medio de una actuación se levante un espectador y muestre a los demás la sencillez de sus trucos, imaginad lo que debe molestar eso cuando los trucos contaminan la sociedad y el Poder entra en juego. Casi nada.

Quiero pensar que los madrileños son suficientemente inteligentes como para analizar la situación de forma razonable y razonada y que el propio funcionamiento continuado de Madrid V.O. demostrará que no se está reemplazando ni obstruyendo el trabajo de los periodistas ni se está tratando de adoctrinar a nadie. Una vez asumido esto, me gustaría señalar dos puntos débiles que observo en el comportamiento de Ahora Madrid y que pueden reducir o distorsionar la aparente utilidad pública que pueda tener esta plataforma. En primer lugar, es curioso que un servicio que pretende replicar a la prensa y corregir sus fallos fortuitos y dolosos no admita ningún tipo de comentario o interacción por parte de los lectores en cada uno de los breves artículos que se redactan. Sorprende más aún si tenemos en cuenta que Ahora Madrid se ha comprometido desde el primer momento a crear e impulsar lugares de debate en la red, y no se me ocurre mejor lugar que Madrid V.O. para llevar a la práctica esta iniciativa, aunque solo sea durante un breve espacio de tiempo para valorar después la funcionalidad y las aportaciones de la misma. En segundo lugar, el ayuntamiento de Madrid va a tener que implicarse a fondo si quiere que Madrid V.O. sea un servicio eficaz que ayude a entender la gestión del consistorio, pues hoy en día abundan los medios de comunicación y las noticias se tergiversan y se expanden a un ritmo frenético. El ayuntamiento corre el riesgo de otorgar veracidad a hechos o declaraciones mediante la ausencia del desmentido o la corrección, es decir, es inevitable que existan multitud de noticias falsas que no lleguen a los oídos de los responsables de Madrid V.O.  y que al no ser oficialmente desmentidas pueden ser entendidas como ciertas por el público, lo que convertiría este servicio en un arma de doble filo difícil de controlar. Sea como fuere, estos errores políticos y de comunicación no inhabilitan de ninguna manera al gobierno de Manuela Carmena para desarrollar esta actividad que algunos pretenden derribar para salvaguardar sus intereses personales. Ahora le corresponde a la alcaldesa no ceder ante chantajes y duras reprimendas de aquellos que se creen con derecho a actuar como portavoces de la sociedad. Tal y como dijo Madrid en 1937 ante la invasión fracista y tal y como debe decirlo en 2015 ante la invasión del fascismo económico, "NO PASARÁN".

     -Galder Peña

lunes, 6 de julio de 2015

Grecia señala el camino.

Grecia, la cuna de la democracia, ha dado durante esta semana una nueva lección a Europa y al mundo. Por todos es sabido que Grecia está atravesando por gravísimos problemas económicos, derivados de una nefasta gestión de los anteriores gobiernos de ND (centro-derecha) y PASOK (teóricamente centro-izquierda), que se arrodillaron ante la troika, el temido triunvirato que dirige Europa como si fuese de su propiedad, y aceptaron los inasequibles "rescates" que esta les propuso. Uno detrás de otro. Un rescate para poder pagar la deuda contraída en un rescate anterior. Y todo ello acompañado de medidas que no hacen más que ahogar la economía griega y empobrecer a los ciudadanos, que han visto como el paro aumentaba sin control, como los sueldos se reducían más de un 40%, como los funcionarios públicos perdían sus empleos en tiempo récord y como las pensiones y el salario mínimo descendían hasta tal punto que era imposible vivir dignamente con tales retribuciones.  Estas decisiones derivaron, como es evidente, en un descenso drástico del consumo y una pérdida significativa en el nivel de vida de los ciudadanos griegos. Mientras, el incremento de la deuda no frena ni un segundo. La recuperación no llega. Ni siquiera se acerca. En 2008 la deuda pública de Grecia era del 113% de su PIB. En 2014, tras las "ayudas"del BCE, la deuda ascendía al 175%. Los anteriores gobernantes helenos, cómplices del envenenamiento del país, se lavaban las manos argumentando que la única manera de evitar la bancarrota era postrarse ante las exigencias de la UE, es decir, las exigencias de los acreedores. Acreedores que solo piensan en recuperar su dinero y que los mercados financieros se tambaleen lo menos posible. No les importa lo que ocurra en Grecia mientras se les abone la cantidad que exigen. Dominan el país sin dirigirlo. Lo exprimen, lo utilizan, lo silencian y después tienen el valor suficiente como para dar lecciones de comportamiento y responsabilidad.

Todo cambió a principios de 2015 con la victoria de Syriza. Todo cambió en cuanto a espíritu, ilusión y esperanza. Un gobierno que no aceptase prolongar indefinidamente un suicidio, alimentar una burbuja de préstamos que cualquier día puede explotar y dejar a Grecia sin financiación externa y sin posibilidades de obtener financiación interna, pues todo préstamo, como ya he aclarado, va acompañado de recortes y pérdida de poder adquisitivo, ergo de una recaudación pública menor a no ser que aumente la carga impositiva. Syriza trazó una línea, un límite. Ha plantado cara a la troika y le ha dicho que basta ya, que esto se ha acabado. Y para reforzar su postura y hacer ver a los acreedores que actúan con legitimidad, no han dudado en convocar un referéndum para que el pueblo les otorgue su apoyo y su fuerza. Para que sea el pueblo el que le diga directamente a la troika que están hartos de ser utilizados como un producto económico y de que los ciudadanos hayan pasado de ser una prioridad (si es que un día llegaron a serlo) a ser una molestia y una carga por la cual la troika debe llevar a cabo sus fechorías con el mayor sigilo posible. Robar sin hacer ruido. Invadir sin dejar pruebas físicas de ellos. Las bombas son préstamos, las balas son intereses, las minas antipersona son los recortes en áreas esenciales, los misiles son la destrucción del Estado del Bienestar. Syriza y el 61% de los griegos que acudieron a las urnas hace escasas horas quieren poner fin a la invasión silenciosa, al hundimiento premeditado y alevoso, a la par que lento y calculado. El derrumbe de Grecia podría convulsionar la UE, una institución ya débil de por sí, pues no se trata más que de una unión artificial e ininterrumpida que puede terminar en el mismo momento en el que se produzca una situación verdaderamente controvertida que cree discrepancias y brechas irreparables entre sus miembros. Y Syriza lo sabe. El deber de la UE es escuchar a los ciudadanos griegos y dejar de actuar como lacayos del mercado financiero y las élites económicas. Un deber que no se está cumpliendo ni por asomo. Un ataque directo a la democracia que los ciudadanos europeos están comenzando a descubrir y enfrentar. Sin embargo, Syriza es, de momento, el único gobierno europeo que apuesta por un cambio hacia la democracia, el impulso de la economía, y la dignidad del Pueblo.

Una multitud en Atenas manifestándose a favor del "No" (OXI),
que finalmente venció por más de veinte puntos. (61%-39%).
Esta situación puede cambiar en noviembre, en las elecciones generales de España (país que también ha visto como las injerencias europeas en su política interior han sido notables), en las que influirán sin duda las consecuencias de la declaración de intenciones transmitida por el pueblo heleno. No cabe duda de que la valentía, el orgullo y el hermanamiento del Pueblo que se alía ante un enemigo común son factores que sin duda impulsarán una reacción similar en España, reacción que solo podrán detener el miedo a las represalias y a la inestabilidad, precisamente derivados del terror infundado desde las altas esferas de la UE y de los gobiernos de los Estados prestamistas, principalmente Alemania. Lo que antiguamente en Europa eran invasiones y ataques con armas físicas y visibles, hoy son invasiones y ataques mediante el capital y la restricción aparentemente justificada de la soberanía nacional. Por tanto, la resistencia del Pueblo frente al invasor también ha cambiado de marco. Hoy en día el arma del Pueblo son las urnas, por eso se esmeran tanto en condicionar vuestro voto hasta el último minuto. La solución está en nuestras manos y Grecia va camino de demostrarlo. Nosotros decidimos si los acreedores, los invasores, negociarán con sus cómplices o con una pequeña representación de sus enemigos. Nadie habla de un impago de la deuda. Los Estados, a diferencia de los gobiernos, perduran en el tiempo y deben responsabilizarse de sus actos anteriores, aunque hayan sido erróneos e injustificados. ND y PASOK llevaron a Grecia al borde del abismo pero con la legitimidad que les otorgó el Pueblo en su día. Sin embargo, todo Pueblo tiene el derecho, e incluso el deber, de enmendar los errores cometidos y avanzar, de forma responsable y racional, en una nueva dirección, libre de imposiciones, libre de injerencias, libre de especulaciones. Y eso no significa abandonar la UE. No implica aislarse ni romper relaciones. La autarquía, aparte de ser inviable en Grecia, no es la alternativa. Cuando algo no funciona, cuando está lleno de parásitos, de corruptos, de manchas, no hace falta tirarlo a la basura y prescindir de las ventajas que aportaba cuando era funcional. La alternativa es arreglarlo. Transformarlo. Que la UE pase a ser un organismo transnacional en el que los países se ayudan y se complementan y, sobre todo, que esté al servicio de las necesidades de los ciudadanos europeos. Syriza se muestra predispuesta a formar parte de este cambio, pero nada puede hacer mientras se encuentre sola en las instituciones. Conseguir que la UE y el BCE escuchen al pueblo griego y satisfagan su voluntad, que no va más allá de terminar con la austeridad (que ya se ha comprobado que no aporta ninguna solución sino que alimenta el problema) es un primer paso para que los ciudadanos recuperen su voz y su voto en las decisiones más trascendentales para el país. Pero solamente es eso, el primer paso de muchos. Arreglar un piso de un enorme rascacielos ocupado por individuos malolientes que se niegan a renunciar a los privilegios de los que disponen solo por formar parte del rascacielos.

En definitiva, hasta hace escasos meses Grecia, al igual que el resto de países del Sur de Europa, ha sido un mísero juguete en manos de la troika y del capital. Un juguete del que se ha hecho mal uso. Se ha caído una y otra vez, y cada caída se ha tapado con un parche cosido a mano. El dueño no quiere deshacerse de su juguete, no quiere admitir que ha sido un irresponsable ni quiere que el resto de juguetes tomen conciencia de ello. Lo cierto es que los parches no son efectivos ni resistentes, y algún día, inevitablemente, llegará un punto en el que ya no será posible poner más parches y el juguete se romperá por completo, en piezas pequeñas y dañadas. Sin embargo, a diferencia del juguete, Grecia tiene la capacidad, como pueblo independiente, de plantarse y exigir una reparación en condiciones. Lo ideal hubiese sido exigirla tras la primera caída, advertir seriamente al dueño de que fuese cuidadoso desde un comienzo o directamente negarse rotundamente a caer en manos de un organismo externo, mantener su soberanía, pero esto nunca ha llegado a hacerse por falta de orgullo y por comodidad. Grecia debe saber que nunca es tarde. Un país maltrecho pero capaz de decidir por sí mismo siempre será mejor que un país oprimido, invadido y que alarga su muerte inevitable comprometiendo a las futuras generaciones que ninguna culpa tienen de las imprudencias de sus antepasados. Parece que hoy Grecia ha confirmado que entiende el mensaje y que ya se ha montado en el barco a la espera de un nuevo socio, ¿España?.

     -Galder Peña.

jueves, 2 de julio de 2015

Dalas Review: con licencia para matar.

Hoy he decidido bajar al barro. No sé si el lodo me acogerá en sus aposentos, lo dudo sinceramente, pero allá voy, a la aventura. Hoy no quiero indagar en proyectos políticos ni en conceptos abstractos, ni mucho menos en temas candentes, complejos y de múltiples soluciones. Bueno, en realidad si quiero. De hecho, voy a hacerlo, pero desde un punto de vista más interactivo y directo, aunque sea una interacción artificial. Voy a intentar, sin ofender a Marx y a Engels (el ciclista no, otro Engels), explicar el planteamiento comunista, sus objetivos, sus puntos débiles y su aplicación pragmática en este breve texto, todo bajo mi juicio personal y tomando como referencia una aberrante descripción del mismo que he encontrado indagando en los truculentos mundos de Youtube. Antes de comenzar, quiero matizar que soy perfectamente consciente de que es imposible hacer un resumen completo y preciso de la teoría comunista en un texto como este, pero también soy consciente de que no soy profesor ni autor de renombre, no voy a abrir las puertas del comunismo a nadie, ni mucho menos voy a recorrer todos sus rincones o reformar todas sus paredes. Únicamente voy a pintar su fachada, para desmontar los absurdos prejuicios y las falsas afirmaciones que le rodean, pues el ignorante y atrevido individuo que decidió realizar y compartir el vídeo que voy a analizar a continuación, no hace más que recoger en un mismo conjunto una serie de burdos planteamientos que ya habían llegado a mis oídos en repetidas ocasiones y que se encuentran bastante extendidos en nuestra sociedad. Planteamientos que atribuimos al comunismo incluso de manera involuntaria y que no son nada más que una triste caricatura, simple y distorsionada.

Bien, el vídeo en cuestión se titula 'La MODA comunista', realizado por un individuo que se hace llamar 'DalasReview', y aunque le recomiendo que no lo vea para prevenir una más que posible embolia, hipertensión o un casual destrozo del mobiliario que se encuentre a su alrededor, dejaré un enlace al vídeo en la última línea del texto. En este documento visual, de apenas trece minutos de duración, nuestro amigo desarolla su punto de vista sobre el comunismo y la interpretación que se hace del mismo en la juventud actual. Lo hace de una forma peculiar, empleando un molesto tono de voz que espero que no utilice en todas sus relaciones personales y un lenguaje extremadamente insustancial y pueril, como si tratase de adoctrinar a jovenes de registro lingüistico limitado y dificultades para reflexionar y comprender planteamientos complejos (no es de extrañar teniendo en cuenta que su público coincide con esas características, en su gran mayoría). Sin más dilación, procedo a analizar muy brevemente las oraciones que considero más destacables del vídeo, a ver si de esta manera podemos colaborar a que Dalas y todos los que comparten su punto de vista (repito, no es un caso aislado) abandonen la cómoda ignorancia y puedan llegar algún día a mantener una discusión con argumentos férreos y justificados, que no se diluyan, hasta desaparecer por completo, mucho antes incluso de avistar desde la lejanía el reino de la verdad.

Comencemos.

"Os voy a dar un resumen muy corto, para que entendáis lo básico" (0:22).
Dalas comienza el vídeo aclarando que nos va a explicar los puntos básicos de la teoría comunista en menos de un cuarto de hora de vídeo. Está bien que lo aclare, para que todos aquellos que acuden a su vídeo esperando una crítica elaborada que se construya sobre sólidos argumentos dejen de escucharlo en ese mismo instante y busquen una nueva fuente de información. Que comience el resumen, si no queda más remedio.

"El comunismo es una organización social y económica que se basa en eliminar las clases sociales, es decir, todo el mundo está al mismo nivel, no hay ricos, no hay pobres, todos son tratados de la misma forma" (0:47).
Para, para, para. Sé que la frase aún no ha terminado, pero se me acumulan los conceptos que me gustaría analizar. En primer lugar, no me quiero recrear en exceso en el hecho de que Dalas haya copiado directamente de Wikipedia la primera parte de su primer argumento, justamente tras afirmar de forma orgullosa que previa a la realización del vídeo ha realizado una exhaustiva investigación sobre la doctrina que va a intentar ridiculizar en un cuarto de hora. Prefiero centrarme en la equiparación que realiza posteriormente. El comunismo aboga por la colectivización de la sociedad civil, es decir, la eliminación de las clases sociales que a principios del siglo XX dividían por completo al proletariado de la burguesía, entendiéndose estos últimos como los propietarios de los medios de producción (máquinas, fábricas, los propios proles...). Sobre este escenario, una revolución de la clase social más desfavorecida no es que sea entendible o lógica, sino que se ha dado de forma incesable a lo largo de la historia, de forma cíclica, siempre para derrocar al poder dominante y opresor. ¿Esto quiere decir que en una sociedad comunista no existirían ni ricos ni pobres, por el mero hecho de existir una única clase social? Esta cuestión tiene una respuesta muy sencilla. Imagina que uno de tus padres es jardinero y el otro es médico. ¿Ambos obtienen el mismo salario mensual? ¿Acaso el médico no tiene, normalmente, mayor poder adquisitivo y mayores recursos que el jardinero? ¿Y es menos cierto que a ambos les afectan las mismas leyes (salvo las específicas pertenecientes a su gremio, claro está), son tratados de la misma forma a ojos de la sociedad y las autoridades y sus descendientes nacen y crecen con los mismos derechos y deberes? En definitiva, pertenecer a una misma clase social no tiene relación directa con recibir remuneraciones similares por llevar a cabo distintos trabajos, como cualquier persona entendería tras reflexionar durante un par de minutos.

"Todo el mundo gana lo mismo, tiene lo mismo, tiene la misma sanidad, educación, todo igual"(0:59).
La primera parte de esta frase cae por su propio peso, como he explicado hace menos de diez líneas. Lo que me sorprende especialmente es que Dalas muestre una postura crítica ante el hecho de que se implementen unos sistemas de sanidad y educación públicos que cubran las necesidades básicas de todos los ciudadanos. Quizás dirige una empresa de sanidad privada y vela por sus propios intereses, quién sabe.

"¿Cuáles son los tres países comunistas a destacar en la historia? La URSS, Cuba y Corea del Norte" (1:27).
No seré yo quien defienda un régimen hermético y conspiranoico como el de Corea del Norte, ni tampoco seré aquel que se cree toda la información interesada que vierten los medios de comunicación para intentar condicionar nuestra forma de pensar sobre unos gobiernos supuestamente comunistas. La URSS fue una de las mayores potencias mundiales en su día con un gran desarrollo de la tecnología y la informática, de los cuales nos valemos hoy en día para seguir progresando en estas áreas, mientras que Cuba es el país de América Central con el mejor sistema sanitario, que de hecho es un modelo a seguir incluso para los países del primer mundo, tal y como reconoce la OMS.  De todas formas, no voy a negar que en estos tres países existe, o ha existido, a simple vista una terrible desigualdad social, una represión y una censura digna de regímenes totalitarios. ¿Quizás estas desigualdades son fruto de unos gobiernos que se han instalado tras una revolución que si se construyó en origen sobre los ideales comunistas pero que poco a poco se han ido diluyendo y no se han convertido más que en un triste boceto de lo que algún día pretendió ser un régimen comunista? Si visualizas la forma en la que Marx y Engels imaginaban que estaría organizada políticamente una sociedad comunista y luego haces lo propio con estos tres países observarás que muy pocos caracteres coinciden. Ni la URSS, ni Cuba, ni Corea del Norte son regímenes comunistas en puridad, nunca lo han llegado a ser, ni parece que vayan a serlo nunca.

"El comunismo no acepta confrontaciones políticas como la democracia, se basa en una dictadura del pueblo, aunque los que menos dictan aquí son el pueblo" (1:58).
Tras decir que el comunismo persigue la abolición de las clases sociales, Dalas nos asegura ahora que se basa en la dictadura del pueblo. ¿Si en el comunismo solo existe una única clase social, en la que se agrupan todos los individuos de la sociedad, y esta, en efecto, es lo que Dalas llama "pueblo", sobre quien va a ejercer este su dictadura? La dictadura del pueblo de la que habla Dalas, es precisamente lo que hoy se llama democracia o autogobierno. La sociedad se gobierna a sí misma, la sociedad elige sus representantes y se ordena siguiendo la voluntad general, la de la mayoría de los ciudadanos en caso de no alcanzar la unanimidad. En definitiva, la voluntad del pueblo. Respecto al último apunte de la frase, Dalas vuelve a partir de una imagen errónea para valorar la teoría comunista. Vuelve a ceñirse a gobiernos que él considera comunistas para intentar demostrar que la aplicación pragmática de esta doctrina es un fracaso a todas luces, que se contradice con sus propios principios. Déjame decirte, Dalas, que si Marx y Engels abogaron en su Manifiesto Comunista por una "dictadura del pueblo" y los países que tú mencionas son gobernados por élites sociales cuyas decisiones y actos nada tienen que ver con este, no son, obviamente, países comunistas.

"Si se supone que el comunismo es para que la gente esté mejor, ¿por qué todos los países comunistas terminan siendo tercermundistas?" (2:36).
Sí, lo sé. Tú también te hallas anonadado contemplando como un individuo afirma que la función de un sistema de organización política y social es "que la gente esté mejor". Únicamente he rescatado esta frase para demostrar que el vocabulario utilizado por Dalas es difícil encontrarlo incluso en los libros de texto del primer ciclo de Educación Primaria. No explica nada, no argumenta seriamente, no analiza el contexto histórico y social en el que surgió el comunismo como teoría política, únicamente se limita a expulsar una sarta de tópicos y memeces que disfraza bajo la apariencia de verdades absolutas y lógicas y que nacen de una manipulación asombrosa de la realidad. Por último, reitero que no ha nacido aún un régimen comunista puro, pero en caso de hacerlo, la presión y el bloqueo internacional sería tan inmenso que resultaría imposible llevarlo a cabo con todas las garantías. Es decir, caería en la miseria no por los fallos de su propio sistema, sino porque las élites económicas que controlan todas las potencias mundiales y los flujos de capital se sentirían gravemente amenazados y harían lo posible por hundir los brotes comunistas incipientes (quizás esta es la razón por la cual las revoluciones comunistas nunca han llegado a buen puerto, reflexionen).

"Todos tenemos ambiciones, todos queremos llegar a ser algo, tenemos ganas de obtener alguna cosa o de triunfar en un sector concreto" (2:54).
Hemos llegado a tal punto en el que incluso me cuesta una barbaridad imaginar el modelo social que Dalas entiende por comunismo. La conexión automática que realiza constantemente entre el comunismo, la miseria, el conformismo y la desgana es impactante. ¿Por qué Dalas se empeña en creer que en una sociedad comunista existe un Gran Hermano, como el de aquella novela de George Orwell, que asigna funciones concretas y específicas a todos y cada uno de los individuos y les impide realizar cualquier otra labor o actividad que no sea aquella a la que han quedado previamente destinados? Muchas veces se relacionan inconscientemente la socialización de los medios productivos y las trabas a la libertad económica con la dirección total de la vida del ser humano, como si verdaderamente existiese una fuerza llamada "Estado" que ordena todo y a todos para que nada indeseado ocurra entre sus fronteras. No confundamos planificación económica (independientemente de que sea una forma adecuada de producir y distribuir los bienes y servicios generados o adquiridos) con planificación sobre las personas. En este caso también os pediré que no os centréis en exceso en la frase 'tenemos ganas de obtener alguna cosa', pues entiendo que Dalas será suficientemente racional para comprender que la mera compraventa de bienes y servicios no constituye ningún mal a erradicar por el comunismo. Confío en que haya sido un simple error sin importancia.

"Si fueramos a obtener lo mismo tanto por trabajar mucho como por no trabajar, ¿qué más daría todo? (...) Todos hacemos algo y esperamos tener una recompensa" (3:08).
Dalas vuelve a caer en la misma falacia. Su planteamiento parte de una base muy concreta: una sociedad comunista persigue la igualdad económica y social absoluta de todos sus miembros independientemente de sus esfuerzos o empleos realizados. Realmente, los ideales comunistas, como he apuntado anteriormente, surgen con la intención de  fundamentar la lucha del proletariado contra los propietarios capitalistas que trataban a los primeros como meros esclavos sin voz ni voto y cuyo único cometido en la vida era trabajar con unas condiciones laborales aberrantes para subsistir en aquella sociedad jerárquica y cruel. El comunismo aporta un sentido a esta lucha. Le da una razón de ser. No se lucha por simple venganza o para enfrentar la sensación de impotencia, se lucha para derrotar a los eslabones que impiden el establecimiento del comunismo, que traerá asimismo dignidad y justicia a las clases trabajadoras, eliminando la clase social dominante, suprimiendo la dictadura del capital. En esto consiste la igualdad, no en que todos los individuos reciban iguales recompensas por diferentes desempeños ni demás sandeces que uno se aburre de escuchar. Todos somos iguales en derechos, en obligaciones y sobre todo, en igualdad de oportunidades. No en el desarrollo de nuestras vidas.

"Como puedes gritar a los cuatro vientos que eres comunista cuando no has tenido un trabajo en tu vida, no has ganado un euro en tu vida y no has pagado ni una factura jamás" (4:26).
Tras resumir a su manera la teoría comunista y su aplicación práctica, Dalas se centra ahora en los colectivos que según su criterio son los principales defensores de esta teoría. Tras desacreditar y faltar el respeto a varios de ellos, Dalas concluye excluyendo de la posibilidad de defender un modelo comunista a todos aquellos que no hayan sido nunca parte de la clase trabajadora. Esto no es más que una falacia ad hominem de manual, a la que es muy fácil responder con la misma falacia aplicada a otros supuestos. ¿Quién es Dalas para criticar a los comunistas si no posee medios de producción ni acumula capital aprovechándose del trabajo ajeno? ¿Quién es el Ministro de Educación para promover y llevar al Parlamento una nueva ley de educación si jamás ha sido maestro o catedrático? Para defender una determinada forma de organizar la sociedad no hay que ser obrero ni hay que ser burgués, únicamente hay que formar parte de la sociedad y preocuparse por su futuro, amigo Dalas.

"Son gente mal de la cabeza, y si no obtienen lo que quieren se van a convertir en terroristas con su violencia revolucionaria" (5:15).
Portada original del Manifiesto Comunista, redactado
por Karl Marx y Friedrich Engels y que da origen al
pensamiento comunista y su posterior desarrollo.
En todos los movimientos políticos, incluso en los más moderados, existe gente intransigente que no es capaz de ver más allá de su propio punto de vista y sostener sus argumentos mediante reflexiones serias, y se dedica, casi en exclusiva, a desacreditar otras tendencias. Es decir, no dan razones para convencer a los escépticos, sino que tratan de hundir otros movimientos para que prevalezca el suyo. Constituyen una de las mayores lacras de los debates y discusiones políticas, no pretendo negarlo. Sin embargo, corresponde a las personas responsables e íntegras no despreciar una teoría política únicamente porque una parte de aquellos que la defienden no son capaces de fundamentar sus argumentos, de hecho, no hay nada más dañino para una ideología que los patinazos y las barbaridades de los que se consideran sus más férreos guardianes. Una vez aclarado esto, de nuevo me remito al contexto socio-histórico del Manifiesto Comunista. Las revoluciones violentas son una constante en la historia de la civilización. Cuando un conjunto de ciudadanos considera que, de forma injusta y sistemática, se encuentra en una posición desfavorecida frente a la oligarquía o a la burocracia que ejerce el poder de forma férrea pero poco convincente, las revoluciones son cuestión de tiempo, y muchos son los intelectuales que a lo largo de la historia se han mostrado favorables a que se produzcan. Estas revoluciones, que parten de los ideales de justicia, libertad e igualdad, a menudo se distorsionan y al poco tiempo de vencer a las, hasta entonces, clases dominantes, adoptan posturas totalitarias y dan pie a una nueva revolución que cierra el ciclo del Poder. Tal y como ocurrió tras la archiconocida Revolución Francesa, cuyo caso conocemos todos y puede servir como ejemplo. Hablar de violencia revolucionaria hoy en día, cuando el Estado parece un dominador hegemónico, puede parecer una inconsciencia, y no niego que así lo sea, pero comparar las revoluciones de las clases oprimidas con el puro terrorismo me parece una postura muy atrevida. Demasiado atrevida.

"Dices que quieres que todos sean tratados por igual y, sin embargo, quieres que mueran los burgueses y los ricos, ¿por qué? ¿qué te han hecho?" (5:55).
Tranquilo, Dalas, no hablemos de víctimas mortales, no te centres en la furia de los radicales. De todas formas, te invito a que te montes en la máquina del tiempo y viajes a la Rusia de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX y preguntes a los obreros por los métodos de actuación de los burgueses. No estamos hablando de gente que ha acumulado capital de forma honrada, a partir de su propio trabajo o de sus brillantes ideas e investigaciones. La lucha de la clase obrera se dirige a la burguesía opresora y criminal. Por tanto, solo tendrá sentido hablar de violencia revolucionaria dentro del marco comunista, cuando exista una clase obrera y una clase burguesa, unos oprimidos y unos opresores, unos individuos que nacen destinados a trabajar al servicio de los capitalistas y unos que nacen con billetes bajo el brazo. Hoy en día se dan casos puntuales, el capitalismo sigue gobernando la sociedad, pero la estructura social es radicalmente distinta, y es por esto, precisamente, que el comunismo parece un sistema desfasado y utópico. La burguesía ante la cual se revelaba hoy se encuentra ampliamente controlada y limitada, y sus actos son regulados por un sistema normativo que protege al trabajador (mientras las reformas laborales del actual Gobierno no destruyan todos los avances logrados por la sociedad).

"Hablamos de grandes empresarios, ¿te han robado ellos el dinero a ti? Ellos crearon su producto y tuvieron mucho éxito, ¿eso los convierte en malos? (...) ¿Sabías que Twitter vale miles de millones de dólares y los tíos que lo crearon están forrados? (...) Y tienes Internet gracias al capitalismo, a la empresa que te ha instalado la fibra óptica, gracias a la oferta y la demanda. Vaya, resulta que las cosas cuestan dinero" (6:10).
Llegamos al punto álgido del vídeo. Dalas se pone el uniforme de guerra, se arma de valor y se dirige a la conquista de no se sabe muy bien qué. Quizás tras seis minutos hablando en frente de la cámara el cansancio hace mella en el cerebro de nuestro amigo, pero la confusión de conceptos en escasos treinta segundos de vídeo es digna de batir algún Récord Guinness. No sé cual, pero alguno seguro. En primer lugar, los grandes empresarios a los que se refiere el comunismo sí que le han robado algo a los trabajadores. Seguro que alguna vez habéis oído hablar de la plusvalía. La diferencia entre el precio que le cuesta a un empresario fabricar su producto (el gasto en maquinaria, terrenos, trabajadores...) y el precio por el cual lo vende en el mercado. Este beneficio económico recae directamente en el bolsillo del gran empresario, que se aprovecha del trabajo del proletario, al que trata como un mero objeto, para enriquecerse y cubrir sus intereses particulares. En esto consiste precisamente el capitalismo feroz e incontrolado, en una competencia entre burgueses acomodados que juegan al póquer con el resto de la sociedad y hacen y deshacen a su libre albedrío. Los propietarios de Twitter no forman parte de esta burguesía, Dalas, obtener capital por desarrollar personalmente una herramienta que sirva a la sociedad no constituye un acto de moralidad discutible en ningún caso. Por otra parte, en referencia a la penúltima frase que he rescatado, el comunismo no pretende terminar con las empresas, sino nacionalizarlas, hacer que pasen a formar parte del Estado, y, posteriormente, que se entreguen a los trabajadores para que estos sean los propios administradores y directores de las empresas, es decir, que no se encuentren a merced de burgueses y especuladores a los que deban rendir cuentas y entregar su fuerza de trabajo. De esta forma, querido Dalas, si contratas Internet en un país comunista, es muy probable que la empresa que instala la fibra óptica sea una empresa pública o directamente una empresa cuyos propietarios son los propios trabajadores de la misma, pero en ningún caso te verás privado de utilizar tal servicio por la inexistencia de empresas que puedan proveerlo. Por último, Dalas parece intentar demostrar que, queramos o no, todas los bienes y servicios cuestan dinero. Quizás piensa que en los regímenes comunistas las compraventas se realizan mediante el trueque o que el Gran Hermano regala los productos a cambio de lealtad a su figura. Temo decirte que yerras una vez más, Dalas, pues el comunismo no prohíbe, como es evidente, ni la moneda, ni el billete, ni la compra, ni la venta. Los bienes de consumo son inofensivos y necesarios, lo cuestionable es la forma de producirlos. Los enemigos son la explotación del trabajador y el enriquecimiento injustificado, no el iPhone 5, ni el Twitter, ni las empresas como tales. Todo eso puede, y debe, existir bajo el modelo comunista, no son ventajas exclusivas del capitalismo. Ni por asomo.

"Si quieres tener trabajo, encuentras trabajo, otra cosa es que no encuentres trabajo en algo "super guay", que te paguen por no dar pie con bola, pero ya me cansa esta tontería. (...) Hoy en día, incluso hay abogados que echan su currículum en el McDonald´s, porque cuando hay necesidad hay necesidad". (8:06)
Despreciable. Hacer esta afirmación en un país en el que cinco millones de personas buscan trabajo sin éxito me parece simplemente despreciable. Quizás una pequeña parte de estos cinco millones no lo esté buscando con ahínco o se encuentre cómoda en el paro, ¿pero quién es Dalas para juzgar y, mucho menos, para faltar el respeto a miles de familias que día tras día se encuentran obligados a acudir a comedores sociales y hacer uso de la caridad desinteresada de aquellos que pueden permitirse donar parte de sus recursos a los más desfavorecidos, precisamente porque no encuentran ningún medio para ganarse la vida por su cuenta?. Un país en el que miles de padres renuncian a parte de sus comidas diarias para que sus hijos se encuentren bien alimentados y no sean partícipes del sufrimiento angustioso de sus progenitores. Cualquier individuo sentiría que un pedazo de su alma se rompe únicamente al imaginarse un escenario de esas características, sin embargo Dalas se regocija y frivoliza sobre la falta de empleo y las condiciones laborales en España, y además con un tono de voz y una burla evidente que asquea al espectador hasta límites insospechados. Lo que más me llama la atención, además, es que justo después hace hincapié en que se da el caso de abogados que solicitan trabajo de forma desesperada en establecimientos de comida rápida ante la falta de oportunidades laborales en su sector. Ni diez segundos trata en contradecir su propia postura inicial, hecho que no me parece de extrañar, teniendo en cuenta que su postura original no es más que una desfachatez insostenible digna de un niño que aún no comprende los conceptos básicos del mercado laboral. Por último, tras apuntar en repetidas ocasiones que los países supuestamente comunistas terminan siempre creando miseria, coartando las ambiciones de sus miembros y eliminando cualquier atisbo de prosperidad en su territorio, Dalas nos presenta el socialcapitalismo (así define él mismo el modelo actual) como un régimen imperfecto, incluso defectuoso, en el que una persona que se esfuerza para lograr una licenciatura universitaria ve como tiene que abortar su proyecto de vida y dejar a un lado sus ambiciones para poder subsistir como ente independiente. ¿No eran estos problemas inherentes al modelo comunista? ¿o quizás también lo son al capitalismo o al socialcapitalismo? No es muy cortés hacer hincapié en los defectos de un sistema político y disfrazar esos defectos como oportunidades o como males necesarios a la hora de hablar de otro sistema, Dalas. Deberías saberlo.

"Pero bueno, si tanto les gusta Corea del Norte, que se vayan a vivir a Corea del Norte. Allí no tienen Internet, hay Intranet controlada por el Gobierno, (...) la homosexualidad no está permitida, la cultura es retrógrada y tiene cartillas de racionamiento, es decir, no puedes coger más comida que la que el Gobierno te permite coger" (9:16).
Y la descripción de Corea del Norte no termina ahí. Fusilamientos públicos, encarcelamientos a disidentes, trabajos obligados que toda la población está obligada a realizar semanalmente... Dalas se centra ahora en enseñarnos las desgracias internas del país norcoreano al que el considera comunista no se sabe muy bien por qué. No da ni un solo argumento que defienda su postura de que Corea del Norte es un país comunista, simplemente lo da por hecho, entiende que es algo asumido por todos. Es evidente que no lo es, existen multitud de caracteres que lo alejan de la teoría comunista. De todas formas, ni siquiera pasando por el aro que nos lanza Dalas encontraríamos verdad alguna en sus argumentos. He tomado la libertad de informarme. De verdad, no como Dalas. En primer lugar, en las bibliotecas públicas de Corea del Norte es posible el acceso a Internet, aunque debido al elevado coste de la instalación de fibra óptica a lo largo del país (o al menos está razón aporta el ejecutivo), que es inasumible para Corea del Norte, se habilita una red de Intranet para que los usuarios puedan ponerse en contacto e indagar por su cuenta. En segundo lugar, la homosexualidad no es un delito en Corea del Norte, los homosexuales no son perseguidos, al menos no lo son oficialmente. No conozco la fuente que ha utilizado Dalas para aportar ese dato, pero al menos que conozca el funcionamiento intrínseco del régimen norcoreano, cosa poco probable debido al increíble hermetismo del mismo, estará equivocado con total seguridad. Las cartillas de racionamiento son de fácil explicación. Corea del Norte, como el propio Dalas apunta posteriormente, es un país pequeño y con recursos muy limitados y debido a su hermetismo y a las escasas relaciones comerciales que tiene en el ámbito internacional, está obligado a distribuir sus bienes mediante estas cartillas. La apertura económica del país es muy reducida y se organiza prácticamente de forma autárquica, lo que deriva en grandes problemas para abastecer a una población que aumenta sin parar. Que quede claro en este punto que no soy ningún defensor del gobierno de Corea del Norte, al que considero totalitario, conspiranoico, censurador y adoctrinador. Solo me he limitado a mostrar como alguien que se cree librepensador puede terminar contaminado con mentiras interesadas que escucha en los medios de comunicación y más tarde repetir esas mismas falsedades dando por supuesta su veracidad y expandiendo la gran mentira de la que pretenden convencernos.

"La riqueza principal de Corea viene por la fabricación de armamento, químicos y minería, todo muy pacífico y liberal" (11:26).
¿De verdad quieres que hablemos de armamento, Dalas? ¿Quieres que hablemos de armas cuando las potencias mundiales se encuentran actualmente intentando detener los brotes yihadistas que aniquilan ciudades enteras sin piedad gracias al armamento que reciben precisamente de estas potencias mundiales, y sobre todo de EE.UU.? La industria armamentística es una pieza fundamental en todos los países desarrollados, y más aún en un país tan conflictivo, con tantos enemigos políticos y con un riesgo tan alto de inmiscuirse en una guerra como es el caso de Corea del Norte, es evidente. Fuera aparte de esto, lo que Dalas tenga en contra de los químicos y los mineros prefiero no comentarlo porque será un problema personal, supongo. Yo desde luego considero que son profesiones muy dignas, respetables y necesarias, aunque quizás me equivoco.

"La mayor parte de esta moda comunista está compuesta por niñatos que no tienen ni idea de la vida. (...) Ninguno de ellos tiene la más mínima idea de lo que es vivir en un país comunista. (...) Pero hay algo más terrible, la gente que ya es mayor, que ya han trabajado, que pagan sus facturas, que pagan sus impuestos, y son comunistas" (11:51).
Dalas retoma uno de los puntos fuertes de su discurso. "Si eres un adolescente que nunca ha pertenecido a la clase trabajadora, no tienes derecho a defender la teoría comunista, mucho menos aún si no has tenido la experiencia personal directa de vivir en un país de esas características". Y dime, Dalas, ¿tú si tienes derecho a mantener una postura absolutamente crítica frente al comunismo si has vivido en España durante toda tu vida? Siguiendo tu propia línea argumental no deberías hacerlo. Deberías limitarte a analizar la forma en la que está organizada tu provincia o tu comunidad de vecinos, porque como tú mismo subrayas en el vídeo, no tienes ni idea de lo que es vivir en un país comunista. Una vez aclarado que Dalas es un ferviente defensor de la libertad de pensamiento y de expresión siempre y cuando esta no choque con sus ideales básicos o la proclame un colectivo ante el cual él siente especial desprecio, nuestro compañero va más allá y muestra su asombro ante la existencia de personas de cierta edad, personas ya formadas e integradas por completo en la sociedad, que se muestran favorables a avanzar hacia un modelo comunista y se sienten representados por los principios de esta doctrina.  Dalas no solo se sorprende, sino que califica este modo de pensar como "terrible". Ser mayor de edad y comunista es terrible. Diez minutos después de afirmar que el comunismo es de origen una teoría totalitaria, por supuesto antidemocrática e intransigente con otras formas y expresiones del pensamiento humano, Dalas califica de esta manera a los defensores de la teoría marxista. Sin temblar ni un solo momento. Sin detenerse a recapacitar sobre sus propias contradicciones. Con la confianza y la limpia conciencia de aquel que dice que dos más dos son cuatro. Así funciona Dalas. Y yo coincido, dos más dos son siempre cuatro, pero que sepas, Dalas, que la ecuación no es siempre dos más dos, aunque te lo repitan constantemente. 

Y así llegamos al final de este interminable vídeo. Por fin. Solo puedo concluir añadiendo que queda cristalino, al menos para mi, que Dalas es incapaz de contemplar un sendero distinto al que ha recorrido (o le han forzado de forma amistosa a recorrer), y ante la necesidad de justificar y ensalzar su postura se ve obligado a negar, de forma desesperada, la posibilidad de que recorrer otro sendero sea posible. Queda cristalino, al menos para mi, que el autoproclamado librepensador a los cuatro vientos suele ser precisamente el que más manipulado se encuentra sin siquiera ser consciente de ello. Queda cristalino, al menos para mi, que dar lecciones de moral con absoluta prepotencia y tratando al espectador como un estúpido, y todo ello sin informarse correctamente e inventar datos y circunstancias, no consigue más que denigrar tu propio planteamiento. Queda cristalino, al menos para mi, que callar es la mejor opción cuando no sabemos que decir y que informarse no equivale a adueñarse de opiniones ajenas, aunque te parezcan las más bellas y atractivas del reino.

El vídeo que no debéis ver es el siguiente: https://www.youtube.com/watch?v=wnYbZgsc6zk

     -Galder Peña